Post by LauraMundy on Oct 30, 2007 10:15:22 GMT 1
Spoilers: Bueno, dado que se trata de pseudo-ficción no debería tener, pero se nombran los hechos sucedidos en la finale de la tercera de House. So…sí, spoilers del 3x24
Disclaimer: House y Cuddy no son míos bla bla bla… XD
Pairing: DUH. House y Cuddy XD.
Dedicatorias: A mis chicas del club huddy, especialmente a Carmen (Dra Lisa) Sara (Matt shore), Quimikilla, sonia y un largísimo etcétera. También a Elena, mi chiqui, por su puesto, que no se lo espera y posiblemente tarde en leer esto. Y a Regi, dos de mis fieles seguidoras en todo aquello que escriba.
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Feels like I’ve always known you, and I swear I dreamt about you,
All those endless nights I was alone.
It’s like I’ve spent forever searching, now I know that it was worth it.
With you it feels like I am finally home
Falling head over heels, Thought I knew how it feels
But with you it’s like the first day of my life
You leave me speechless, when you talk to me,
You leave me breathless, the way you look at me
You manage to disarm me, my soul is shinning trhough
Can’t help but surrender...
My everything to you.
I thought I could resist you, I thought that I was strong,
Somehow you were different from what I’ve known
I didn’t see you coming, you took me by surprise and
You stole my heart before I could say no. –The veronicas. Speechless
Hay días en los que quieres que te parta un rayo. De verdad. La tensión, el estrés, el trabajo, los pacientes, el papeleo (como si no fuese suficiente para añadir a tu lista aún más larga en lo privado) negocios, dar clases a chavales que están de prácticas en la universidad….
Al cabo del día…
Al cabo del día una se pregunta, ¿Dónde coño está mi vida? Se perdió hace tres años, ya lo sé.
Sin embargo, otras veces parece que tras una descarga de tormenta reina la calma. Los días son un infierno, pero siempre hay algo a través de lo cual puede salvarse. Hoy no creo que lo sea. Es difícil que tres de tus mejores médicos se despidan en un mismo día, más, uno de ellos por pura cabezonería del…ser indefinible que tienes como subordinado. Bien. Pues en este hospital es posible. Cada vez empiezo a pensar que en el Princeton Plainsboro las cosas no son lo que eran. En absoluto que no. Cierro los ojos por un momento mientras empiezo a recoger las cosas para marcharme, intentando hacer recopilación de todo este año: Hemos tenido desde un detectiveguióntocapelotas, pasando por un juicio, pasando por salvarle el culo a dicho ser indefinible cuando lo que debí haber hecho es darle una patada en su trasero. O momentos de terrible angustia cuando estuvieron en mi mano las vidas de una madre moribunda y su hijo. Preguntas transcendentales que quedaron olvidadas en algún punto ¿intermedio? de todo esto. Caos, caos y más caos.
En fin. Todas las luces se están apagando ya y, si me quedo más tiempo aquí, se acabarán olvidando de que existo. No me haría nada de gracia dejar la poca vida social que tengo por éste hospital.
Inicio mis pasos hasta el garaje, el cual a estas horas de la noche está obviamente vacío, al menos casi. Mis pasos se aceleran inconscientemente, supongo que la tapicería de mi coche cuando la luz es muy escasa y tenue, además de ser casi las diez, te hacen plantear esas cosas.
Cuando arranco, mi mente se va de nuevo a él. Lo ha pasado mal hoy, lo sé, pero es tozudo como nadie. No sé si es eso lo que me lleva a tomar el desvío.
Pero lo hago. Y no me importa.
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El pasillo estaba silencioso, exceptuando la mujer que esperaba haciendo tintinear las llaves de su coche frente a la puerta.
-House. Maldita sea, ¿piensas abrir o qué?
-¡Nop! –Contestó una voz desde el otro lado mientras se escuchaban las cuerdas de una guitarra. Tal como el piano, podía hacerla sonar bastante bien.
Lisa Cuddy suspiró resignada. No es que no estuviese acostumbrada, precisamente, a estos numeritos. Abrió el bolso y sacó una llave, encajándola hasta que cediese. Sonrió al presenciar la escena. Greg, concentrado en su música y ayudándose con el butacón del piano para estar más cómodo. Cerró la puerta con cuidado. Pero él siempre se percataba de absolutamente todo.
-Oh mierda, ¿por qué siempre tienes que llevar esa odiosa copia contigo? –Hizo un gesto de reproche mientras dejaba el instrumento a un lado.
-Porque…¿es mía? –Contestó la decana, mordaz. Con una media sonrisa en los labios –Te he llamado al teléfono muchas veces.
-No quería contestar.
-¿Y qué solucionas con eso?
-¿Hay algo que solucionar? -Enunció, hiriente.
La voz de Cuddy al lanzar la pregunta, contestada con la misma frialdad, surgió algo más alta de lo habitual. Frustrada. Porque le dolía que se hiciese eso a sí mismo. Evadirse de todo y todos, esconderse bajo su caparazón como una tortuga esperando al día siguiente. La mayoría de las veces le funcionaba. Pero no ahora. Tampoco quería reconocerlo, no lo había reconocido en el hospital con la paciente, cuando notó que se le quebraba la voz. Tampoco iba a hacerlo con sus tres predilectos. Porque los apreciaba. Quizá a su modo, pero lo hacía.
-Has hecho lo que has podido con Foreman –Dijo, suavemente. Fue aproximándose hacia él, con cautela –A lo mejor viene bien. No debiste haber despedido a Chase, pero quizá sea verdad que todos necesitamos un cambio –En ese momento House, cuando esperaba un gruñido u otro insulto a su persona, alzó sus ojos cerúleos. Escuchando atento. Reconociendo sin palabras que tiene razón.
-Quieren que deje de ser yo.
-¡No! –Exclamó en respuesta, pero sin alterarse –Quieren que seas tú mismo. Quien conozco yo, quien conoce Wilson. Que los pajarillos quieran volar solos no es tu problema –Añadió, intentando que la tensión se disipase. Apoyó una mano en su brazo –Dejaré que descanses. Nos vemos mañana.
Al mismo tiempo que se disponía a dar la vuelta para irse, se vio frenada por su alargada mano sujetando la manga de su chaqueta grisácea.
-Quédate.
Paró. La frase fue simple, escueta, directa. Aún así, llena de un sentimiento que pocas veces utilizaba. Salvo cuando estaban solos. Siempre era cuando estaban solos. Las confidencias, las palabras en bajito…el por qué de que poseyese una copia de la llave de su apartamento…
De nuevo, se acercó.
-¿Quieres que me quede?
House se incorporó, situándose a centímetros de ella. Apartó un rizo rebelde que aterrizó sobre su frente. Y asintió, despacio. Qué pocos acostumbrados estaban todavía. A tener toda la libertad del mundo fuera del hospital. A seguir retomando un camino que ambos decidieron acortar un buen día, llenando sus vidas de veneno en forma de palabras. Su dedo pulgar comenzó a trazar círculos concéntricos sobre su cara. Lisa cerró los ojos y tomó su mano. Sabía que con eso le estaba diciendo que la necesitaba también. Ambos se sentían débiles. Débiles ante un día que había podido con ambos, débiles como para esconderse. Débiles como para entregarse.
Quizá por eso los labios fueron hasta los de él. En principio despacio, tomándose su tiempo, sintiendo el leve cosquilleo de su barba. El ritmo acelerado de sus respiraciones, sabores mezclados, sus lenguas que comenzaron a jugar indecisas, haciendo recorrer sus bocas con desesperación. Fueron, a trompicones de besos cortos pero intensos, hasta obtener un punto de apoyo. Tropezaron un poco, lo suficiente para ir tomando aire. Sonriéndose el uno al otro, mientras se acomodaban. Fue ayudando a levantar la falda, mientras Lisa hacía lo propio con la camisa. Recorriendo con su mano cada resquicio del pantalón. Pelearon fieros hasta que se entregaron a una danza en la que fueron eliminando cada resquicio de ropa sobrante. Se sintieron, sudaron, exclamaron placer, alivio, entrega por cada centímetro que saboreaban de ellos mismos. Labios, cuello, vientre, la carne que se presentaba como divina penitencia a pagar por cada uno de sus sentidos. Más exigentes, quedándose sin aliento, sintiéndose bullir, hasta caer exhaustos
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Hoy el sol se ha decidido a salir. Encima, da directamente en toda mi espalda, interrumpiendo el sueño porque le da la santa gana. Dios. No quiero despertarme. Me encantaría quedarme aquí, con la melena revuelta sobre la cama hasta las doce de la mañana. Pagaría por eso. Pero no. Me espera un hospital, un…
¡¿Las ocho y media?! Debo correr.
Ser puntual siempre ha sido mi fuerte. Jamás he llegado tarde. Orden auto impuesta. Nunca llegar tarde al trabajo. Nunca. Pero de un tiempo a esta parte digamos que tengo que hacer lo que me dispongo a hacer ahora mismo. Ducha, viste, sal, intenta ir a tu casa a por una muda.
Cuando por fin consigo terminar, salgo hasta la cocina. Hay una taza de café con leche bien caliente (y edulcorado) además de un gruñón sentado en el taburete de al lado, con la pierna dañada en alto. Lee el periódico, todavía en pijama.
-House, vas a llegar tarde –Doy un sorbo agradeciendo que mi sangre se transforme en cafeína.
-Tú también –Me mira de soslayo por encima de las páginas.
-Al menos yo me esfuerzo en que el retraso no sea tan grande.
-¿Es que das clases hoy, profesorcita? –Contesta insinuante.
-Ruedo los ojos y tras dar dos sorbos más, bastante agradecidos, vuelvo a coger el maletín –Te quiero allí dentro de una hora.
-Sí, ama.
Desde luego haría completo caso omiso de mis palabras. Llegaría a más de las diez bramando cualquier cosa sobre cualquier paciente en mi despacho.
Tal como dije, siempre hay algo que salva un día caótico.
FIN