Post by sandrabrigde on Nov 3, 2007 16:53:04 GMT 1
Mi segundo fic afterlifeiano. Muy cortito y desde el punto de vista de Alison, que ella lo vale más.
Es una pena que nada sea mio, cambiarían algunas cosas
A mis niñas
Heridas.
Podía sentir como el rojo teñía sus mejillas. Ira, dolor, llanto, ganas de vomitar. Beber para olvidar, levantar un muro que nadie pudiera atravesar. Ni el propio Robert con su psicología barata podría pasar. No, nunca más dejaría que nadie la mirase, la tocase, la comprendiera. Nunca más.
Se tumbó mientras saboreaba los restos del vino sobre la comisura de sus labios. ¡Qué estúpida había sido! Confiar en alguien que parecía entenderla, sincerarse con ella. Mostrarse tal y como era sin esperar nada a cambio y de repente, un dolor.
Algo que aguijoneaba su interior, haciéndola sangrar, escupir, beber para curar.
No podía llorar aunque quisiera. Estaba demasiado conmocionada para hacerlo y sólo era capaz de coger el teléfono y llamarle.
A él también le había afectado. Hablaban de él en ese artículo del infierno. Le desprestigiaban y ella solo podía sentirse más y más culpable.
Se rió en la soledad de su casa. Todo era una locura, como si no fuera real. Un sueño del que no era capaz de despertar.
Deseaba ser otra, dejar de ver espíritus, visiones. Dejar de escuchar gritos, llantos, voces que la acompañan a todas partes. Nombres de personas, papas que daban realmente miedo y no la dejaban continuar.
Rodó por el suelo hasta chocar contra el mueble de la cocina. Una carcajada llenó la habitación. Levantó un brazo y se apoyó en la encimera. Necesitaba más vino.
Un escalofrío la abrazó. Se giró. Un niño lloraba arrodillado en el suelo. Ella sintió náuseas. La habitación daba demasiadas vueltas, pero el niño seguía en el mismo sitio. Repetía constantemente papá y ella no sabía que hacer.
Estaba herida, joder. Y no se aparecía en casa de nadie aunque ganas no le faltaban. Dar un pequeño susto a la periodista y gritarle Oh, ¿ves como si existen?
Se rió al imaginarse la cara de la idiota esa. Ignoró el llanto del niño y cogió el teléfono. Esperó.
No estoy. Deje un mensaje, gracias.
-Maldita sea, Robert. Coge el puto teléfono- dijo. La risa floja se coló- Sé que estas ahí. Estas jodido por el articulo, pero no me evites- esperó dos segundos más- De acuerdo, que te jodan Robert. A ti y a tu puto libro.
Colgó. Lanzó el teléfono contra la pared, pero no se rompió. Se apoyó en la encimera y esperó a la nada. Joshie volvía a llorar y a preguntar por papá.
Abrió con torpeza un armario y sacó el vino. La última botella. La descorchó y se sirvió una copa.
-A tu salud.
Es una pena que nada sea mio, cambiarían algunas cosas
A mis niñas
Heridas.
Podía sentir como el rojo teñía sus mejillas. Ira, dolor, llanto, ganas de vomitar. Beber para olvidar, levantar un muro que nadie pudiera atravesar. Ni el propio Robert con su psicología barata podría pasar. No, nunca más dejaría que nadie la mirase, la tocase, la comprendiera. Nunca más.
Se tumbó mientras saboreaba los restos del vino sobre la comisura de sus labios. ¡Qué estúpida había sido! Confiar en alguien que parecía entenderla, sincerarse con ella. Mostrarse tal y como era sin esperar nada a cambio y de repente, un dolor.
Algo que aguijoneaba su interior, haciéndola sangrar, escupir, beber para curar.
No podía llorar aunque quisiera. Estaba demasiado conmocionada para hacerlo y sólo era capaz de coger el teléfono y llamarle.
A él también le había afectado. Hablaban de él en ese artículo del infierno. Le desprestigiaban y ella solo podía sentirse más y más culpable.
Se rió en la soledad de su casa. Todo era una locura, como si no fuera real. Un sueño del que no era capaz de despertar.
Deseaba ser otra, dejar de ver espíritus, visiones. Dejar de escuchar gritos, llantos, voces que la acompañan a todas partes. Nombres de personas, papas que daban realmente miedo y no la dejaban continuar.
Rodó por el suelo hasta chocar contra el mueble de la cocina. Una carcajada llenó la habitación. Levantó un brazo y se apoyó en la encimera. Necesitaba más vino.
Un escalofrío la abrazó. Se giró. Un niño lloraba arrodillado en el suelo. Ella sintió náuseas. La habitación daba demasiadas vueltas, pero el niño seguía en el mismo sitio. Repetía constantemente papá y ella no sabía que hacer.
Estaba herida, joder. Y no se aparecía en casa de nadie aunque ganas no le faltaban. Dar un pequeño susto a la periodista y gritarle Oh, ¿ves como si existen?
Se rió al imaginarse la cara de la idiota esa. Ignoró el llanto del niño y cogió el teléfono. Esperó.
No estoy. Deje un mensaje, gracias.
-Maldita sea, Robert. Coge el puto teléfono- dijo. La risa floja se coló- Sé que estas ahí. Estas jodido por el articulo, pero no me evites- esperó dos segundos más- De acuerdo, que te jodan Robert. A ti y a tu puto libro.
Colgó. Lanzó el teléfono contra la pared, pero no se rompió. Se apoyó en la encimera y esperó a la nada. Joshie volvía a llorar y a preguntar por papá.
Abrió con torpeza un armario y sacó el vino. La última botella. La descorchó y se sirvió una copa.
-A tu salud.