Post by sandra on Feb 15, 2008 1:30:34 GMT 1
Titulo My eyes
Resumen No cree en los milagros
Pareja/Personajes Alison/Robert. Alison Mundy, Robert Brigde
Disclaimer Volk y yo seguimos negociando y nada. De momento me deja jugueetear con ellos bwjajajaaja
Advertencias Pongamos que es NC17 por las palabrejas y SPOILERS HASTA LA SERIES FINALE
Notas de la autora LAUUUUUUUUUUUUUUH ILU gracias por pedirme algo asi de verdad. GRACIAS. ILU.
My Eyes
Deep in my heart, there's no room for crying,
but I'm trying to see your point of view
Deep in my heart, I'm afraid of dying,
I'd be lying if I said I'm not
My eyes- Travis
Nunca ha creído en los milagros.
Bueno, para que engañarnos. Nunca ha creído en Dios, ni en el Cielo ni nada parecido. ¿Para qué? Sólo ha creído en ese frío, en esos espíritus que la siguen-seguían-día y noche, atormentándola con visiones espeluznantes y cosas que podrían dejar en bragas a estúpidos engaña bobos de la televisión. No cree en los milagros, pero los espíritus si. Y sabe-porque es verdad, joder- que para ellos es como una especie de milagro, porque acaban siguiendo la luz y esas cosas. Alison es su milagro, su luz y lo único que tienen para irse definitivamente (a dónde sea).
Entonces llegó. No fue exactamente un milagro ni nada parecido. Simplemente un día, una tarde de otoño estaba ahí mirándola, sonriendo porque no creía en nada. Y al día siguiente estaba delante de su puerta- Robert Brigde- y al siguiente y al otro. Así durante dos años. No es que fuera su salvador, pero si un algo a lo que aferrarse con fuerza y casi desesperación. Esas miradas de desaprobación, esa lentitud y esa calma. Era como su polo opuesto, de hecho lo es. Robert y su libro, Alison y sus fantasmas. Su padre le dijo la semana pasada que eran un buen equipo, y ella lo cree con fuerza por que de verdad, si es un milagro.
Es un poco paranoico-bueno, ella lo es-, pero Robert era como esa luz al final del túnel. Lo que pasa es que el túnel era demasiado oscuro y frío para poder guiarse. Entonces llegó el calor del otoño, su mirada llena de sabiduría, palabras que nunca dice y silencios largos y cómodos. También son llantos de un niño, juguetes dónde no deberían estar y ese hijo que perdió. Joshie. Si. Joshie, Joshie, Joshie. Es una llamada y un lamento. Recuerda como fue, como al cogerle de la mano supo que no había vuelta atrás, que posiblemente volvería a hacer un milagro. Esta vez no fue para que se callaran las voces. No. Esta vez no fue para dormir. Esa vez lo hizo para que hubiera paz de una vez en la vida de Robert. Pero fue llegar al final del túnel y escuchar que no era su hora.
-Aún no. No la tuya.- le dijeron.
Entonces fue despertar y volver a creer. Creer en los milagros, enfrentarse a los fantasmas-del pasado, son los peores- de ser algo más mejor. Robert a su lado, dándole las gracias, sabiendo que ella es mejor persona de lo que Alison cree. Esa fuerza que saca de abajo y mira adelante. Alison no cree en los milagros. Cree en Robert, en esa llama de luz y en ese MILAGRO con todas las letras.
Lo que ocurre es que la vida no es una película de Disney, ni una serie de televisión. Pasa que se van los espíritus-gracias a ese milagro, de nuevo- pero aparece una sombra oscura y fría. Y Robert ya no es Robert. Es parte de la oscuridad del túnel de repente, y asusta demasiado. Alison siente que esa luz se apaga y quiere protegerla y no sabe como. El libro es la única lucecita que sigue siéndole fiel y cuando lo ve encima de la mesa, sabe que ya no hay marcha atrás. Que se ha acabado y que ella se acaba con él de alguna forma.
Entonces el milagro se esfuma. Robert se marcha. La puta luz se va y Alison se agarra a la encimera de la mesa cuando lo oye.
-Me muero.
A veces es tan directo que dan ganas de arrancarle la cabeza y decirle que tenga un poco de delicadeza, por favor. No dice “tengo un tumor inoperable, Alison” o “No te lo he dicho porque quería protegerte” a lo que Alison diría “¿de qué?” con media voz y casi apagada y Robert diría “de ti, Alison. Y de mi también, porque no quería que nada cambiara”. Sería como siempre, discutirían, se harían daño con palabras y se acabó. Pero no es así. Robert dice “me muero” y lo único que hay en la cabeza de Alison es ¿cómo? ¿Por qué? ¿Desde cuándo? Se va, Alison. Se va. Y sobretodo, ¿Cuánto, dios bendito? ¿Cuánto?
-¿Cuánto?- se atraganta con las palabras. Y es una.
-Nada.
Podría mentir. Podría decirle que le queda tres meses o algo así. Pero es Robert y la mentira no forma parte de su vida. Cuando dice nada es verdad. Es nada y Alison solo respira fuerte. De repente la habitación da demasiadas vueltas y todo es pesado y vacío. Cree que ese es el término para describir todo. Vacío. Todo lo que ha querido en su vida le ha dado siempre una patada. Su madre, su padre, su matrimonio y ahora Robert. Quiere explotar, lanzar cosas, quiere gritarle, quiere hacerle daño, quiere y quiere y quiere…Y ostia, le quiere.
-Necesito un trago- dice y es verdad. Necesita vino, whisky, vodka lo que sea. Necesita despertar de ese sueño y que su milagro sigua ahí, aferrado al escepticismo y todo Robert.
Antes que pueda girarse, Robert se ha acercado tres pasos. Hay luz en la calle, son las doce del mediodía y debería de comer. Ambos deberían hacerlo y hablar como personas adultas. Le gustaría volver a ese restaurante donde se encontraron con Jude y que todo se detuviera. Volviera a ser normal-dentro de la normalidad de Alison, claro-, volvieran a ser ese equipo que siempre quiso tener.
-No bebas- le dice con una suave voz y mirada opaca- No malgastes vino, Alison. Aún no.
-¿Cuándo, Robert?-dice demasiadas cosas con esa pregunta para dos palabras.
-Cuando no esté. Hazlo cuando no cruce esa puerta nunca más- coge aire y se acerca más.- Brinda por mi cuando ya no esté.
Sabe que Robert no cree en el cielo, ni en el infierno y nada de eso. Sin embargo, piensa y recuerda que Joshie si lo hacía y cuando habló de él con Robert por primera vez su rostro cambió por completo. Sabe que va a brindar cuando esté con Joshie en el cielo.
Todo en esa habitación se condesa y se estira unos segundos. Robert se aleja, Alison se mantiene aferrada a la encimera y todo es gris. Escucha un “me tengo que ir” y entonces reacciona. Se adelanta unos pasos, tira de él-como puede- y le suplica con la mirada, con el cuerpo y sobretodo con las palabras.
-No te vayas. No me dejes, quédate aquí. Hoy- sus ojos rugen y están empañados. No puede dejarle ir porque si lo hace, nunca le verá respirar de nuevo- Quédate, Robert. Por favor, no. Hoy.
-Vale.
Es la misma tranquilidad de siempre, es la lentitud y la calma que precede a la tempestad. Ese vale resuena en la cabeza de Alison mientras se besan, dando golpes en la pared, mientras suben escaleras, mientras se respiran, se dejan sin respirar y se miran. Sobretodo, ese vale resuena, cuando son piel contra piel, susurros, palabras que no dicen pero que brotan con solo rozarse.
Y sigue resonando en su cabeza cuando son las cinco y media de la tarde y no está Robert a su lado. Aguanta las ganas de llorar por enésima vez en el día y mientras se viste sabe que ese recuerdo no se irá nunca. Bajar a la cocina se convierte en un suplicio y en un tormento demasiado grande. Se acaba apoyando en la pared, se arrastra y cuando llega a la puerta, cierra con los candados y con todo. Cierra sus muros, su fortaleza y saca todo el valor y todo el miedo de donde siempre. De ella.
Puede que pasaran horas, minutos o segundos. No lo recuerda. Pero acaba sacando la botella de vino, la copa y empieza a cocinar. Es cuando oye el susurro, el frío y todo. Su voz calmada y profunda.
-Alison.
Se gira y antes de poder decir no, Robert se mira la mano y dice que se ha caído y que no se quiere ir.
-Robert, no.
No, no y no. No, no no. Robert. No.
-¿Has entrado por atrás?- le pregunta y se aferra a la esperanza de que sea así.
-Me he caído- vuelve a repetir.
Se gira para sacar otra copa y cuando va a mirarle otra vez, ya no está. Es una punzada aguda y casi llena de sangre. Corre hacia la puerta y la ve cerrada. Pánico. Corre hacia la otra, cerrada también. Sale a la calle, hace frío y corre como nunca lo ha hecho. Vuelve a casa, le llama y nadie contesta. No y no. Coge su chaqueta y si tiene que recorrer todos los hospitales hasta encontrarle lo hará.
El problema es que llega tarde, discute con Jude y llega tarde. Aún no se ha ido y cuando le ve quiere decirle demasiadas cosas, pero sólo le recuerda que no tiene que tener miedo, que Joshie está con él.
-Sabes que dejo muchas cosas importantes atrás, ¿verdad?
Alison dice que si, con la mirada, con la cabeza, con el cuerpo y con el frío. Se va, se deja ir y ella se va con él. El milagro se marcha, se queda sola y cuando llega a casa-después del funeral y de que Jude le dijera que tiene el libro-saca la botella de vino, dos copas y las llena.
-Por ti.
El vino recorre su garganta e imagina que es la sangre que se ha escapado de su cuerpo en dos días. Se imagina muchas cosas, pero no puede imaginarse que será de ella ahora. Todo se escapa. Todo se va. Y quiere ir con él. Con Robert. Quiere que siga alumbrándole el camino y que le diga “aquí estoy” o “yo si que estoy interesado en ti”. Quiere creer en el milagro de nuevo. Quiere y necesita y desea.
En el fondo sabe que la luz sigue ahí y que Robert está con ella. En el fondo sabe que el milagro es ella misma. Y puede que en el fondo, muy al fondo, crea que lo verdaderamente milagroso que ha hecho Robert por ella ha sido que vuelva a creer.
En eso, en los milagros.
Resumen No cree en los milagros
Pareja/Personajes Alison/Robert. Alison Mundy, Robert Brigde
Disclaimer Volk y yo seguimos negociando y nada. De momento me deja jugueetear con ellos bwjajajaaja
Advertencias Pongamos que es NC17 por las palabrejas y SPOILERS HASTA LA SERIES FINALE
Notas de la autora LAUUUUUUUUUUUUUUH ILU gracias por pedirme algo asi de verdad. GRACIAS. ILU.
My Eyes
Deep in my heart, there's no room for crying,
but I'm trying to see your point of view
Deep in my heart, I'm afraid of dying,
I'd be lying if I said I'm not
My eyes- Travis
Nunca ha creído en los milagros.
Bueno, para que engañarnos. Nunca ha creído en Dios, ni en el Cielo ni nada parecido. ¿Para qué? Sólo ha creído en ese frío, en esos espíritus que la siguen-seguían-día y noche, atormentándola con visiones espeluznantes y cosas que podrían dejar en bragas a estúpidos engaña bobos de la televisión. No cree en los milagros, pero los espíritus si. Y sabe-porque es verdad, joder- que para ellos es como una especie de milagro, porque acaban siguiendo la luz y esas cosas. Alison es su milagro, su luz y lo único que tienen para irse definitivamente (a dónde sea).
Entonces llegó. No fue exactamente un milagro ni nada parecido. Simplemente un día, una tarde de otoño estaba ahí mirándola, sonriendo porque no creía en nada. Y al día siguiente estaba delante de su puerta- Robert Brigde- y al siguiente y al otro. Así durante dos años. No es que fuera su salvador, pero si un algo a lo que aferrarse con fuerza y casi desesperación. Esas miradas de desaprobación, esa lentitud y esa calma. Era como su polo opuesto, de hecho lo es. Robert y su libro, Alison y sus fantasmas. Su padre le dijo la semana pasada que eran un buen equipo, y ella lo cree con fuerza por que de verdad, si es un milagro.
Es un poco paranoico-bueno, ella lo es-, pero Robert era como esa luz al final del túnel. Lo que pasa es que el túnel era demasiado oscuro y frío para poder guiarse. Entonces llegó el calor del otoño, su mirada llena de sabiduría, palabras que nunca dice y silencios largos y cómodos. También son llantos de un niño, juguetes dónde no deberían estar y ese hijo que perdió. Joshie. Si. Joshie, Joshie, Joshie. Es una llamada y un lamento. Recuerda como fue, como al cogerle de la mano supo que no había vuelta atrás, que posiblemente volvería a hacer un milagro. Esta vez no fue para que se callaran las voces. No. Esta vez no fue para dormir. Esa vez lo hizo para que hubiera paz de una vez en la vida de Robert. Pero fue llegar al final del túnel y escuchar que no era su hora.
-Aún no. No la tuya.- le dijeron.
Entonces fue despertar y volver a creer. Creer en los milagros, enfrentarse a los fantasmas-del pasado, son los peores- de ser algo más mejor. Robert a su lado, dándole las gracias, sabiendo que ella es mejor persona de lo que Alison cree. Esa fuerza que saca de abajo y mira adelante. Alison no cree en los milagros. Cree en Robert, en esa llama de luz y en ese MILAGRO con todas las letras.
Lo que ocurre es que la vida no es una película de Disney, ni una serie de televisión. Pasa que se van los espíritus-gracias a ese milagro, de nuevo- pero aparece una sombra oscura y fría. Y Robert ya no es Robert. Es parte de la oscuridad del túnel de repente, y asusta demasiado. Alison siente que esa luz se apaga y quiere protegerla y no sabe como. El libro es la única lucecita que sigue siéndole fiel y cuando lo ve encima de la mesa, sabe que ya no hay marcha atrás. Que se ha acabado y que ella se acaba con él de alguna forma.
Entonces el milagro se esfuma. Robert se marcha. La puta luz se va y Alison se agarra a la encimera de la mesa cuando lo oye.
-Me muero.
A veces es tan directo que dan ganas de arrancarle la cabeza y decirle que tenga un poco de delicadeza, por favor. No dice “tengo un tumor inoperable, Alison” o “No te lo he dicho porque quería protegerte” a lo que Alison diría “¿de qué?” con media voz y casi apagada y Robert diría “de ti, Alison. Y de mi también, porque no quería que nada cambiara”. Sería como siempre, discutirían, se harían daño con palabras y se acabó. Pero no es así. Robert dice “me muero” y lo único que hay en la cabeza de Alison es ¿cómo? ¿Por qué? ¿Desde cuándo? Se va, Alison. Se va. Y sobretodo, ¿Cuánto, dios bendito? ¿Cuánto?
-¿Cuánto?- se atraganta con las palabras. Y es una.
-Nada.
Podría mentir. Podría decirle que le queda tres meses o algo así. Pero es Robert y la mentira no forma parte de su vida. Cuando dice nada es verdad. Es nada y Alison solo respira fuerte. De repente la habitación da demasiadas vueltas y todo es pesado y vacío. Cree que ese es el término para describir todo. Vacío. Todo lo que ha querido en su vida le ha dado siempre una patada. Su madre, su padre, su matrimonio y ahora Robert. Quiere explotar, lanzar cosas, quiere gritarle, quiere hacerle daño, quiere y quiere y quiere…Y ostia, le quiere.
-Necesito un trago- dice y es verdad. Necesita vino, whisky, vodka lo que sea. Necesita despertar de ese sueño y que su milagro sigua ahí, aferrado al escepticismo y todo Robert.
Antes que pueda girarse, Robert se ha acercado tres pasos. Hay luz en la calle, son las doce del mediodía y debería de comer. Ambos deberían hacerlo y hablar como personas adultas. Le gustaría volver a ese restaurante donde se encontraron con Jude y que todo se detuviera. Volviera a ser normal-dentro de la normalidad de Alison, claro-, volvieran a ser ese equipo que siempre quiso tener.
-No bebas- le dice con una suave voz y mirada opaca- No malgastes vino, Alison. Aún no.
-¿Cuándo, Robert?-dice demasiadas cosas con esa pregunta para dos palabras.
-Cuando no esté. Hazlo cuando no cruce esa puerta nunca más- coge aire y se acerca más.- Brinda por mi cuando ya no esté.
Sabe que Robert no cree en el cielo, ni en el infierno y nada de eso. Sin embargo, piensa y recuerda que Joshie si lo hacía y cuando habló de él con Robert por primera vez su rostro cambió por completo. Sabe que va a brindar cuando esté con Joshie en el cielo.
Todo en esa habitación se condesa y se estira unos segundos. Robert se aleja, Alison se mantiene aferrada a la encimera y todo es gris. Escucha un “me tengo que ir” y entonces reacciona. Se adelanta unos pasos, tira de él-como puede- y le suplica con la mirada, con el cuerpo y sobretodo con las palabras.
-No te vayas. No me dejes, quédate aquí. Hoy- sus ojos rugen y están empañados. No puede dejarle ir porque si lo hace, nunca le verá respirar de nuevo- Quédate, Robert. Por favor, no. Hoy.
-Vale.
Es la misma tranquilidad de siempre, es la lentitud y la calma que precede a la tempestad. Ese vale resuena en la cabeza de Alison mientras se besan, dando golpes en la pared, mientras suben escaleras, mientras se respiran, se dejan sin respirar y se miran. Sobretodo, ese vale resuena, cuando son piel contra piel, susurros, palabras que no dicen pero que brotan con solo rozarse.
Y sigue resonando en su cabeza cuando son las cinco y media de la tarde y no está Robert a su lado. Aguanta las ganas de llorar por enésima vez en el día y mientras se viste sabe que ese recuerdo no se irá nunca. Bajar a la cocina se convierte en un suplicio y en un tormento demasiado grande. Se acaba apoyando en la pared, se arrastra y cuando llega a la puerta, cierra con los candados y con todo. Cierra sus muros, su fortaleza y saca todo el valor y todo el miedo de donde siempre. De ella.
Puede que pasaran horas, minutos o segundos. No lo recuerda. Pero acaba sacando la botella de vino, la copa y empieza a cocinar. Es cuando oye el susurro, el frío y todo. Su voz calmada y profunda.
-Alison.
Se gira y antes de poder decir no, Robert se mira la mano y dice que se ha caído y que no se quiere ir.
-Robert, no.
No, no y no. No, no no. Robert. No.
-¿Has entrado por atrás?- le pregunta y se aferra a la esperanza de que sea así.
-Me he caído- vuelve a repetir.
Se gira para sacar otra copa y cuando va a mirarle otra vez, ya no está. Es una punzada aguda y casi llena de sangre. Corre hacia la puerta y la ve cerrada. Pánico. Corre hacia la otra, cerrada también. Sale a la calle, hace frío y corre como nunca lo ha hecho. Vuelve a casa, le llama y nadie contesta. No y no. Coge su chaqueta y si tiene que recorrer todos los hospitales hasta encontrarle lo hará.
El problema es que llega tarde, discute con Jude y llega tarde. Aún no se ha ido y cuando le ve quiere decirle demasiadas cosas, pero sólo le recuerda que no tiene que tener miedo, que Joshie está con él.
-Sabes que dejo muchas cosas importantes atrás, ¿verdad?
Alison dice que si, con la mirada, con la cabeza, con el cuerpo y con el frío. Se va, se deja ir y ella se va con él. El milagro se marcha, se queda sola y cuando llega a casa-después del funeral y de que Jude le dijera que tiene el libro-saca la botella de vino, dos copas y las llena.
-Por ti.
El vino recorre su garganta e imagina que es la sangre que se ha escapado de su cuerpo en dos días. Se imagina muchas cosas, pero no puede imaginarse que será de ella ahora. Todo se escapa. Todo se va. Y quiere ir con él. Con Robert. Quiere que siga alumbrándole el camino y que le diga “aquí estoy” o “yo si que estoy interesado en ti”. Quiere creer en el milagro de nuevo. Quiere y necesita y desea.
En el fondo sabe que la luz sigue ahí y que Robert está con ella. En el fondo sabe que el milagro es ella misma. Y puede que en el fondo, muy al fondo, crea que lo verdaderamente milagroso que ha hecho Robert por ella ha sido que vuelva a creer.
En eso, en los milagros.